Primero, no había nada.
Después, llegó alguien, que se vio rodeado de nada. Pero ese alguien se aburría.
Se acercó alguien más, y ambos empezaron a sentir cómo nada los unía, para nada y contra nada, aunque tampoco nada los separaba. Nada.
Mientras se hacían a la idea, nada impedía jugar o hablar a ambos; y no pudieron ni divertirse ni dialogar, porque nada dictaba reglas muy estrictas para ambos.
Ante la abundancia de normas, pensaron que nada podría detenerlos por no hacer nada malo.
La idea era buena, no hagas nada y nada pasará ... de largo. Y pasó.