martes, 9 de marzo de 2010

Ocurrencia desganada (desidEa)

Sucedionos que intentábamos zanjar un problema de lindes comunitarias. Planteóse que el terreno se lo adjudicaría quien supiera cómo encauzar para siempre unas aguas que bajaban desbocadas tras los deshielos todas las primaveras. El asunto no era baladí, pues ya lo habían intentado otros anteriormente. Quedaríase con el trozo de tierra, cuya titularidad nunca estuvo clara, aquél –o aquélla— que propusiera la solución más cabal.
Púseme a reflexionar y concluí que, quizás, sería mejor que otra persona se llevase el gato al agua: no tenía ni idea, ni ganas, de arreglar el conflicto.
Pereza e ignorancia provocábanme una atroz desidea.